LA POLLERA COLORÁ: LA CUMBIA DEL MUNDO

Por Rafael Campo Vives

La cumbia es de Colombia. No es mejicana, argentina ni peruana.  Nació, creció y floreció en el Caribe colombiano. Su génesis se sitúa en los puertos ribereños del gran Río Magdalena y sus afluentes. Este aire, ritmo nacional por excelencia de Colombia  es patrimonio exclusivo de nuestra nación y reúne todos los elementos que lo confirman como la forma artística y folclórica soberana de Colombia.
El ritmo de cumbia es peculiar, cadenciosamente sincopado y alejado de cualquier influencia melódica foránea. Su danza, igualmente genuina no es comparable con otro género llámese tradicional o comercial. Quien no sabe bailar la cumbia y no conoce su coreografía raya en lo burlesco. El cumbiambero posee un atuendo y un vestuario original, típico, nada calcado o plagiado de otras culturas.  La organología, con su gama instrumental tiene raigambre nativa, aborigen, sin influencia o aporte occidental. Sus gaitas, flautas de millo, tambora y tambores (llamador y alegre) y guache, emiten y amalgaman sonoridades vernáculas, exóticas, que evocan toda la nostalgia, gracia y vivencias  del terruño natal.  La cumbia es una forma de vida;  y el cumbiambero un personaje legítimo, prístino, lugareño.
Nada tienen que ver otras naciones cuyos entes y conglomerados culturales se han adjudicado el hecho ser países de cumbia. Lo que se compone, canta, graba y baila en países como Méjico, Centroamérica, Argentina, Perú u otros lugares del mundo no es más que es un híbrido musical, algo zapateado, bastardo y heterogéneo que no guarda ningún tipo de relación con nuestro venerado ritmo. Simplemente es un aprovechamiento del término, un apoderarse o adueñarse de algo tan caribe, tan colombiano. Pero tal señalamiento no es responsabilidad de estados y cultura foráneas que consideran la cumbia como suya. La cumbia ha perdido su verdadera paternidad colombiana por la desidia, apatía y desdén de los entes culturales de Colombia, estamentos institucionales timoratos que han propiciado con su falta de apoyo y sentido de pertenencia que la única y auténtica manifestación cultural del caribe colombiano se haya desnaturalizado y confinado a otros lares.  
La cumbia emblemática de Colombia es la canción “La pollera colorá”. La palabra pollera, del latín pullarius tiene varios significados. La definición más relacionada con el atuendo cumbiambero que exhibe la mujer del caribe colombiano se describe como una falda ancha, ajustada al torso y al cuerpo y confeccionada con telas frescas, nada calurosas.
Motivo de inspiración para el autor de “La pollera colorá” fue la maravillosa cumbiambera Mirna Pineda, habitual bailadora de un centro nocturno del puerto petrolero de Barrancabermeja, Santander del sur, Colombia. Esta  cumbia, considerada siempre como el segundo himno nacional de Colombia fue compuesta por el clarinetista sucreño Juan Bautista Madera Castro (1922 -) y su autor fue el cantante de Plato (Magdalena) Wilson Choperena(1923-2011). Acompañados por la orquesta de Pedro Salcedo, Madera y Choperena grabaron la famosa versión a mediados de la década de los 60 en un disco acetato de 78 RPM, grabación que fue realizada en Barranquilla en los estudios fonográficos de Emilio Fortuo Pereira y bajo el sello disquero  “Tropical”. Participó como pianista el reconocido cantautor soledeño Alci Acosta.
La fuerza emocional que produce escuchar o bailar “La pollera colorá” es tan notoria que afloran sentimientos de alegría y de nostalgia. Escucharla,  poca o muchas veces, es sentir la colombianidad costeña en todo su esplendor. Y quien vive allende de la fronteras patrias, es la añoranza por volver al caribe colombiano.